Terminan pagando los trabajadores
El Gobierno anunció su decisión de rescindir el acuerdo de cooperación empresaria entre la estatal Lafsa (Líneas Aéreas Federales S.A.) con Southern Winds, luego del escándalo de narcotráfico. El acuerdo constaba de un pago mensual por parte del Estado de unos 8 millones de pesos, que equivalía al 30% del combustible consumido, y el salario de 800 empleados de Lafsa, ya que uno de los motivos de la creación de la línea aérea estatal era absorber a los trabajadores de Lapa y Dinar, ambas caídas. En principio, este subsidio sería por unos meses hasta que la compañía remontara, pero no lo hizo - a pesar del crecimiento del tráfico aéreo - y se prolongó por 18 meses.
SW cuenta con 500 empleados, y con el retiro del subsidio su futuro es incierto. A pesar de un comunicado de prensa de la empresa que aseguraba que los vuelos seguirían normalmente, se cancelaron los viajes a Resistencia y a Jujuy, los destinos menos rentables. A esto se suma que la Subsecretaría de Transporte Aéreo le denegó a SW el derecho de volar desde Córdoba a la localidad peruana de Tacna, siendo otro eco de narcoescándalo.
La decisión ya fue tomada: Lafsa será privatizada, ya que esa era su finalidad. Uno de los motivos de conformación de la empresa, fue evitar que alrededor de 1600 empleados quedaran sin trabajo (ya que la situación de SW en el momento del acuerdo, indicaba que iba a ser la tercera línea en caer). Además, su creación estaba vinculada con el discurso del rol en ciertas áreas económicas que debía recuperar el Estado, además de plantearle competencia a la privatizada Aerolíneas Argentinas, que satisface más del 80% de la demanda.
Pero ante la vorágine de separar al Gobierno del tráfico de drogas a España, la primera reacción fue privatizar la joven empresa estatal. Lafsa cuenta con atractivas rutas locales e internacionales, otorgadas por 15 años.
Aunque se presente el extinguido acuerdo como “subsidio”, las empresas debían propiciar la distribución de ingresos, aunque no haya llegado ningún dinero a Lafsa: SW voló rutas propias con sus propios derechos, y al hacerlo, se entendió que no correspondían retribuciones a la estatal. Muy conveniente.
Los trabajadores mientras tanto se encuentran en un estado de incertidumbre, ya que todo indica que sin el subsidio a SW se le hará más que difícil seguir volando. Consultados por un canal noticioso de cable, trabajadores de Lafsa defendían la posición de mantener la empresa en la órbita del Estado. Para ellos, tienen todo para volar, excepto por un detalle: no hay aviones. “Tenemos hangar, personal, mostradores, rutas, faltan aviones” aseguraba un joven, y agregaba “Dennos la posibilidad de demostrar que una línea aérea estatal puede funcionar bien”.
Faltan aviones, que no es poco, pero el riesgo de privatizar ya se ha vivido en trágicas ocasiones y el resultado nunca fue bueno. Con la privatización vienen los ajustes, la pérdida en manos internacionales de patrimonio, y etc. Está muy fresco el recuerdo de Aerolíneas… “Los beneficios son para las privadas, pero podrían ser para el Estado” siguieron argumentando los trabajadores, temerosos de perder el trabajo, pero con seguridad contagiosa de que una línea aérea estatal es posible.
Con Southern Winds no se hicieron las cosas bien. Con las metas más importantes quizás cumplidas, evitar el desempleo de muchos trabajadores y situaciones monopólicas, quedaron muchos temas deficientes. Irregularidades como el tráfico de droga, las relaciones que denuncian la extraña relación de parte del Gobieno con la empresa (siendo la que se utilizaba para la campaña presidencial, y las recomendaciones de algunos sectores del Gobierno que hacían a empresarios para que viajen por SW), y la nula distribución de los ingresos lo demuestran. Pero esto no quiere decir que Lafsa haya sido o sea una mala idea, ¿no sería una respuesta mucho más valiosa redoblar la apuesta y no privatizar la empresa, consiguiendo aviones, al menos alquilándolos como lo hace SW, y de esa manera poder legitimar las rutas aéreas internacionales que por esta falta no se puede realizar? De esta manera además de empezar a recibir ingresos (ya que no hay por qué pensar que una empresa estatal va ir siempre a pérdida), se realizaría una efectiva presión en el monopólico mercado.
La idea de conservar estatizada a Lafsa no se menciona. Todo lo contrario, por ejemplo el diario La Nación, presenta una nota en la cual afirma que según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), al Estado cada trabajador de Lafsa le cuesta 10 mil pesos. Números tramposos como pocos, ya que la cuenta es muy simple: si de las arcas del Estado salen 8 millones de pesos por mes a SW y Lafsa tiene 800 empleados… Sí, no se equivocó, la cuenta da 10 mil. Pero es curiosa la forma de presentar la cifra, ya que no se desglosa la cantidad brindada para combustible a SW (no a Lafsa, no a los trabajadores), sumado a que por el acuerdo, todas las ganancias se las llevaba SW. La nota cita el estudio y hace la ecuación de cuántos planes sociales se cubrirían con ese dinero y etc. Las comparaciones son fáciles cuando el demonio estatizador ronda, mostrando cuánto mejor es dejar en valiosas manos privadas lo que el Estado no sabe hacer. Por eso, lo que le cuesta al Estado según ellos, son los trabajadores, no malos acuerdos, malas regulaciones, sino que lo deficitario son los tranbajadores. Diferente sería el análisis, si se realizara mostrando cómo serían los números si la empresa volara por sí sola, y si recibiera dinero por ello.
Ante las irregularidades, parecen exagerados los esfuerzos por despejar al Gobierno de todo contacto con el conflicto, pero podría ser una excelente oportunidad para definir un nuevo rumbo, y no regresar a caminos ya transitados, realizando una importante apuesta al futuro. Dejando de lado jugadas políticas, hay que centrarse en los trabajadores, ante la probable caída de SW y la inminente privatización de Lafsa, muchos perderían su empleo, y el resultado sería lo que graficó uno de ellos: “Por un delito con el que no tenemos nada que ver, terminamos pagando los trabajadores”.
Pablo Moreno
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