9° EDICIÓN DE "LA TULIANADA" EN SAN MARCOS SIERRAS, CÓRDOBA

Por Pablo Moreno

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Son notorias las diferencias entre el público que participó de “La Tulianada”, el encuentro anual de descendientes de comechingones que se realizó en San Marcos Sierras, Córdoba. Estaban los descendientes de aborígenes, menos de 100 personas, que se encontraban sentados en las sillas de plástico blancas que se colocaron en la calle Libertad, la principal del pueblo. También estaban “los paisanos”, habitantes del pueblo cuyas familias se encuentran allí desde hace varias generaciones, que parecían ser los que más disfrutaban con los espectáculos que se sucedían en la entrada de la capilla (por este fin de semana convertido en escenario), y que también se encontraban apostados en las sillas que estaban dispuestas sobre la calle de tierra, de espaldas a la Plaza San Marcos, y parados hacia los costados de la capilla/escenario. En un tercer tipo de espectador se encontraban también los habitantes del lugar, pero que han llegado al pueblo a partir de los setenta y los ochenta, y que “los paisanos” denominan despectivamente “hippies”. Éstos disfrutaron del espectáculo, pero desde otro lugar, parados alrededor de la gran cantidad asientos, sin gritar y aplaudir efusivamente como el grupo anterior. Mezclados entre este heterogéneo estaba la gran cantidad de turistas que llegaron desde varios puntos del país, pero más de la mitad son de la ciudad vecina Cruz del Eje. La actitud de los turistas no presentó rasgos que llamen la atención como los grupos anteriores, sino que estaban los que se sumaban sin saber bien por qué a los gritos y aplausos, y los que se regodeaban tanto de los grupos folclóricos que pasaban a tocar como de las reacciones del público. Pero hay algo que los unía a lo largo de las dos jornadas de La Tulianada: el riguroso paso por los puestos de bebida y comida que se apostaron en la vereda de la plaza que da a Libertad, donde parecen haber un fuego eterno para la salida continua de choripanes.
San Marcos Sierras se encuentra al noroeste de la provincia de Córdoba, donde termina el Valle de Punilla. Se encuentra a 770 metros sobre el nivel del mar, y cuenta con 3000 habitantes, por lo que la llegada de tantas personas el fin de semana pasado es todo un acontecimiento, no sólo social, sino también económico, ya que además de sus principales producciones como la miel, el aceite de oliva, o los productos derivados de la algarroba, depende mucho del turismo, que es numeroso durante todo el año.
Hacia el centro del pueblo, sobre la calle principal, en la última cuadra de asfalto – a partir de la plaza ya es de tierra - se advertía un pasacalles que explicaba tanto movimiento: “La Tulianada - 9° Encuentro anual de familias descendientes de comechingones”. El encuentro se celebró siempre en fechas cercanas al 12 de octubre por una razón muy especial: se festeja la recuperación de la tierra por parte de sus dueños originales. La zona fue encomendada por parte de los españoles, entre los años 1500 y 1600, a las campañas que provenían de Tucumán y el Alto Perú. Luego de pasar por dos dueños, las tierras quedaron en manos de Toledo Pimentel, quien muere en la primera mitad del siglo XVIII, y no dejó sucesores sobre los derechos de la tierras. Así es que en marzo de 1806, el cacique Francisco Tulián (y de aquí surge el nombre de la festividad), se apodera de las tierras que estaban totalmente abandonadas, razón por la cual Marques de Sobremonte, gobernante de la zona, distribuye la tierra entre comechingones y sanavirones.
De esta forma, en San Marcos, los descendientes de comechingones no conmemoran el día de la raza, sino que en respuesta a dicha “celebración” se festeja “La Tulianada”, cuando los habitantes originarios recuperaron lo que era suyo.
Los comechingones (“habitantes de las cuevas”) vivían en cuevas naturales o en construcciones semi-subterráneas - cavaban y utilizaban las paredes que les brindaba el pozo - , se dedicaban al cultivo y a la caza. Aún hoy, si se recorre el río San Marcos, que es el que atraviesa el centro del pueblo, se observan en las grandes rocas que lo ladean numerosos “agujeros” perfectamente cilíndricos, que eran utilizados como morteros para moler los granos de sus cultivos (maíz, poroto, quínoa).
Los festejos comenzaron el viernes, pero el sábado al atardecer tomaron más importancia, cuando muchas personas volvían de disfrutar un caluroso día de sol en sus dos principales ríos, el ya mencionado San Marcos, más cerca de la Plaza (una cuadra) y del río Quilpo, a 7 kilómetros del lugar, más virgen y bello que el anterior. La sucesión de artistas folclóricos, en su mayoría de la zona (Grupo Tay Pichín, Mauro Nievas del Castillo, Michun, Las Voces del Noroeste, entre otros), parecía no tener fin. Con actuaciones de 40 minutos por grupo, la celebración se extendió hasta pasadas las tres de la mañana los dos días en los que se extendió. El género se mantuvo inmutable, salvo cuando algunos se atrevían a coquetear con algún cuarteto “folclorizado” con sus guitarras criollas y bombos, para retornar rápido al ritmo que dominó las tres jornadas.
La celebración fue un éxito y todos parecía estar conformes, a pesar de sus diferentes formas de vivirla. Quizás “La Tulianada” carece de una posición crítica acerca de las situaciones actuales de pueblos originarios – incluido el comechingón – con la posesión de tierras y se queda sólo en festejos rememorando la hazaña del cacique Francisco Tulián. Pero la fiesta une, y afirma identidades, y quizás sólo sea cuestión de tiempo para que se sume una cuota de lucha para honrar definitivamente la memoria del cacique que logró que le devuelvan lo que le había sido robado su pueblo.